Tuvimos entonces
la piel de chocolate
y las lenguas curiosas;
subimos por rayuelas
de horas abiertas;
extraviamos minutos
entre baldosas y risas;
quemamos cenizas
ante la tierra húmeda;
empeñamos espejos
para dibujar nuestros reflejos.
Mirada de estrella,
luego de la siega
ya surgen de nuevo
las hojas tiernas;
tras el naufragio,
ya se apaciguan
las olas filosas.
Lo que tuvimos entonces
ya está escrito en los muros
de los pabellones pretéritos;
lo que tuvimos en ese tiempo
vive en la sal del viento
y en el recuerdo de los días.