sábado, 3 de abril de 2010

Poema de lobos.

                                                      Exquise esquisse.


Luego de batallar derrotado

por el invernal calor del lugar,

todavía con las heridas abiertas

por los aceros certeros

de tantas cenicientas crueles,

salió ella de alguna bocanada,

de algún ovillo, de alguna mirada,

vistiendo de blanco ensangrentado,

con tatuajes de madrugada

y mechones de azul abismal.

 

Luna de lobos,

iluminando

los labios cosidos

a besos y a rencores,

trazando con las manos

el atlas de los aullidos,

el mapa de las sutiles fronteras

entre las crueles caricias

y las dulces mordidas.


Luego de caer derrotado

por sus caderas de rosario,

pasando en unas pocas horas

de lobo alfa a cachorro mojado,

indefenso, rendido y desarmado,

me remata con el filo de la partida;

promete un llamado sin número,

un mail sin arroba, un perfil sin nombre,

y se aleja siguiendo la madeja de Ariadna,

el directo de las ocho y media a Rosario,

el margen de la hoja de este poema de lobos.

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