This night has opened my eyes
And I will never sleep again.
En el viaje de vuelta,
mientras a mi lado pasaban
campos de ceniza
por un incendio sin fuego,
recordé a mis dos padres,
agonizando en Hospital Británico,
—“es mi parte de tierra la que llora por los ciruelos que ha perdido”—
aunque uno pidiera inútilmente por su dios
en una cama de Lanús;
aunque otro escuchara irse a Mozart
en el Alemán.
Luego a la noche,
volví a sentir el desguace, el derrumbe, el óxido
cuando la vi besándolo
cuando lo vi viviendo
lo que otra vez había creído posible.
Y todo aquello, el camino, las muertes, su desamor, mi desidia,
configuraron lo no dicho,
que sólo puede sangrar
o ser escrito.
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