Firmamos un contrato
sin palabras ni voces
“en besos, no en razones”
—citaba antes Alejandra—
mientras dormían las letras pardas
sobre el eco de las sombras claras.
Ateo y todo,
fui a Belén como fiel
y por una sola noche
escribí evangelios paganos
sobre la voz de tu piel.
Si hubiera sabido de esa madrugada,
hubiese tachado el curso de francés,
y en esa ficha de Puán arrugada
elegiría labios para besar en portugués.
Posmoderno olvido
de un sábado sin destino;
casualidad muda trazada
de los opuestos complementarios
y de los completamente opuestos:
vos, carioca e ingeniera;
yo, porteño y de letras;
juntos mientras tuvimos
las horas de las dulces heridas
las canciones que bebimos
las luces de las lunas perdidas.
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